martes, 19 de marzo de 2024

Con los (D)años se aprende.

 A borbotones ha salido el aire de dentro,

y es ahora que me noto la piel pegada a los huesos

que ya lo he entendido todo.

(Aunque aún hay cosas que matizar)


Que la araña pica si te desnudas,

que hay un cordón partido desde hace años entre mis manos

y que no supe verlo.


Muere con estas flores la primavera,

pero vendrá otra,

y de nuevo otra luna volverá a romper lo que construya:

Pero esta vez, no me venderé a cualquier precio.


Y si la maraña de pies se desenreda,

y se parten los hilos.

Seguiré caminando, aunque a veces mire hacia atrás.

Seguiré bailando, aunque el mundo no gire.

Seguiré danzando por los pasillos oscuros de esta vida,

por la que todos mueren.


A borbotones ha salido todo, 

desde que sentí que merezco mucho más.

Que ya no voy a entrar en cualquier bar

y que por supuesto no le voy a dar la llave a cualquier persona que no sepa cuidar de nosotros.


Hoy puede que sea todo más frío,

pero he aprendido a abrazarme, porque yo sí caliento.

He aprendido a escuchar el ruido del silencio,

y a media voz hablarme,

golpearme en el hombro y darme la esperanza de que todo va a ir a mejor.


Es el seno de la familia el hogar mientras permanezca en casa, dicen.

Pero el día que no exista, lo seguiré teniendo:

Porque mi hogar soy yo.


Y tú me gustas,

y me miras a veces, intermitente.

Te sonríes a media luz y disparas cosas de manera repentina, que parecen dichas de una boca,

que no es con la que me besas.

Me enseñas el rizo de tu pelo (siempre tirándote de la patilla derecha),

y me vuelves a demostrar que tienes razón,

pero es que yo ya no tengo ganas de llevarla con nada.


Ya no tengo fuerzas para emprender esta batalla,

porque no necesito más guerra.

Sólo quiero que se sienten, me entiendan y me den cariño,

y eso tú...gata persa,

eso no lo vas a hacer.

Pero tampoco lo necesito.


Porque yo me gusto,

y me miro, pero siempre.

Me recuesto sobre mis propias ondas,

y me comprendo, atándome de nuevo la barbilla al pecho y los muslos al costillar,

como si fuesen un acordeón, hasta caer dormida.


De los balcones de mis ojeras,

de las cicatrices en las manos,

del vértigo y de todo lo que he dejado atrás

me tengo que disculpar.


Perdóname Huesos,

por hacer costumbre todos los lazos que se mantenían sólo cuando aceptabas lo que no te merecías.

perdóname por venderte.

Perdóname y recuerda,

ellos pierden, donde veas lo que sabes que no mereces, ahí tú no has perdido nada.

Porque no se encuentra dos veces en la vida el mismo corazón,

y tú sabes lo que vale el tuyo.


A partir de ahora nos vamos a cuidar.




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