lunes, 27 de abril de 2020

Sin rumbo.

Hay un lugar,
Donde el corazón sí sueña,
Más allá de las ideas
Tras los balcones del invierno helado,
Y de la escarcha,
Y del vaho
Que nace y muere,
Que muere y nace,
Como espíritus de muertos 
Que vagan sin rumbo,
Con un son eterno.

Debajo de la roca,
De la costra,
Y de la sal marina.
Allí, en algún lugar,
Todavía hay vida,
Tan allá,
Tan lejana de la tierra...

Y es la vida,
Como un fuego familiar:
Se enciende y retumba,
Y deslumbra las penumbras 
Y las soledades...
Casi dejándote en ese estado de ignorancia,
En el que no se escribe,
Porque no hay pena que machaque el cuerpo.

Más allá,
Hay aras de luz,
Donde no se siente del dolor lumbar ni de riñones,
Ni las ojeras,
Que lucen profundas como fosas.

Donde se duerme y no se sueña
Pero, se vive soñando.

Allá es,
Allí está el lugar,
No sé si es cercano o lejano, 
No sé si futuro o pasado...
Pero allí,

Florece todo lo que había muerto.

Antes y mañana.

Atraganto el hálito
Que me queda en el pulmón,
Y se retuerce sobre sí mismo intentando escurrir tu último aliento,
Sobre mi boca.

Se me escapa el aire sano,
Porque el veneno de tu lengua,
Hizo necrosis en el vientre 
Que arañaron como zarpas, tus dedos.
Dejando agujeros, lacra y oscuridad 
En los recovecos del cuerpo,
En los que antes...
Sólo se reflejaba tu luz.

Hay una soga,
Que se me amarra al cuello e inclina 
Como a una "u",
Se me ató el vientre a las vértebras de tanto abrazar el abdominal,
Intentando callar las voces intestinas que aclamaban tu nombre.
Intentando calmar
El dolor de dejarte ir...

Hiperventila entonces el costillar,
Que se encoge y se expande como un acordeón,
En el mismo lecho que tú frecuentabas cuando aún me decías aquellas palabras de amor.

Y luego, en silencio,
Me miro.
Y luego, en silencio, 
Me abrazo.
Y luego, en silencio,
Me mimo.

Imaginando siempre,
Que vuelves a hacerlo tú.