Este cuerpo vivo,
Que encierra una mente desmembrada,
Tiene la fuerza para sobrevivir hasta que muera,
Pero no sé si para redimir y empequeñecer la pozoña que escupe el dolor de tripas que rebuzna desde algún lugar del vientre, o del pensamiento.
Las lágrimas que no he expulsado me cohiben de sentirme débil,
Y a su par me demuestran, ardientes y burbujeantes,
que me criogenizo con la costumbre,
Y si no, que he perdido tanto en el camino, que ya no me importa.
Cómo Machado, las huellas del camino pisado son sólo aquello que no debemos volver hacer:
Allí una,
tenía ocho años y no me dí cuenta,
tenía trece años y no me dí cuenta,
tuve quince, y tampoco lo noté.
Para mí guardo lo que lloro por otros,
Para mí lo que yo llamo poesía,
Y eso que esto no tiene rima,
No prosa,
Ni métrica alguna.
Esta es mi forma de decapitar mi cabeza y dejar que flote,
Cómo el globo de un niño, a ese cielo que no es más que eso en realidad.
Esta es mi forma de afrontar, que el esclavo de la libertad será libre eternamente,
De afrontar que críar canas, no es lo que más duele,
Que sumar es restar,
Que ganar es perder,
Que no hay solución alguna.
In situ, decaigo, renuncio
In situ, hoy y ahora,
Doy esto por acabado.
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