aunque no encima de ella
más bien, lejos de nosotros.
El ambiente se torcía oscuro, caluroso...
nos sujetaba la brillante arena,
nos vigilaba el sol de verano:
Aquel sol...
aquel mismo sol que secó la lágrima
antes de que llegase al cuello.
Predominaba un silencio que gritaba
como una radio estropeada,
interrumpida únicamente por los jadeos
que nos permitían respirar
entre llanto y llanto,
entre lloro y lloro,
entre recuerdo y recuerdo...
Colgando, un rosario se zarandeaba
de la cruz de hierro con tu nombre,
Los rostros se encogían,
los ojos y narices se inundaban,
y otros sin más,
permanecían serios.
Se postró un cura ante los pies de tu caja de madera,
a la izquierda,
y ante la caja de tu madre,
a la derecha:
Leyó la biblia, indiferente, tartamudo, acostumbrado...
Llegaron cuatro hombres enmonados de azul marino,
sucios de polvo...
sucios de sepultar a más amigos, padres, y conocidos:
Dieron entre dientes las buenas tardes y un pésame,
pidieron permiso a tu padre,
colocaron vuestros ataúdes
y comenzaron a tirar tierra sobre tu madre.
La gente tiró rosas a tu agujero...
más tarde, se disiparon,
se subieron a los coches,
se perdieron entre las tumbas...
y os dieron por finalizadas.
Con desánimo, salté entre los bordillos del cementerio
cuando volvíamos al coche,
con desánimo, miré por la ventana camino a casa,
y con desánimo me metí bajo la mesa del salón
donde jugábamos tú y yo.
Allí encendí una linterna
miré a mi techo de madera:
Repasé con las yemas todo
lo que habíamos dejado allí grabado,
como leyendo en braille los momentos,
y entonces, rompí a llorar.
De allí me recogió mi madre,
me alentó,
me acurrucó,
y me acarició hasta quedarme dormida.
...
Pasaron los meses,
me inventé un amigo.
Pasaron los años,
y tuve amigos.
Dejé de vivir en aquella casa,
De tener a alguien que me contará historias,
Dejé de ser la traviesa para ser la violenta,
De ¨tener¨ padre, para tener uno de verdad,
Dejé de esconderme,
Dejé de perderme en los centros comerciales,
De ser violenta,
De ver bien...
Pero jamás de pensar en ti:
¿Calaba el frío tu piel en los largos inviernos?
¿Te calentaba el sol?
¿Creció tu pelo y tus uñas?
¿Se fue tu carne y con ella las mejillas que tanto besaba...?
¿Voló tu alma al cielo o regresó a este mundo?
¿Sé quedó muerta junto a tí?
y si es así...
¿Me echa de menos yo lo hago?
...
He soñado contigo,
me he preguntado si te han olvidado,
he recordado, que yo te recuerdo,
y con desánimo, he saltado los bordillos
hasta venir a escribirte.
y con desánimo me he tumbado
a mirar el cielo, por si te veo.
Y con desánimo me he metido debajo de otra mesa
a cerrar los ojos e imaginarte minúscula conmigo,
Y con desánimo he roto a llorar,
ahora, sin un sol que seque la lágrima,
sin un sueño que me deje dormida,
y sobretodo, aún y para siempre,
sin ti.
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