Desde donde vi los pies
de los que dijeron que iban a darme la mano:
Me abrazo a mí misma.
Aquí veo la vida pasar.
Desde donde me proclamé diosa,
desde donde me mostré humana:
Veo como las golondrinas ya no anidan en mi tejado,
veo como la vida se esfuma silenciosa, lenta, pasiva...
Donde jamás pensé verme,
y sin embargo,
desde donde jamás me veo saliendo:
Miro los vanos recuerdos de un antaño lleno de polvo y enmohecido.
Desde la cuna que ya no abraza,
desde el mármol que ya no enfría,
Desde la tumba cercana y mía:
Veo marchar la vida, a donde yo nunca llegaría.
En los caminos errados,
en los aciertos matados,
en la hermita fría,
sin religión alguna:
Veo los vivos enterrados,
veo los sueños aplastados,
sin posibilidad de orgía
en aquella tierna y seca laguna.
¿Qué es lo que queda cuando ya no queda nada?
Cuando la nieve desaparece,
cuando el calor se esfuma,
¿Qué queda? ¿Sólo bruma?
Los cabellos marchitos,
¿olor a mierda alguna?
¿Qué queda cuando ya se ha acabado?
Todo lo que podías,
toda pasión de enamorados,
¿Qué queda? ¿Noche y luna?
Sólo un entierro,
¿Sólo un vocablo?
¿Qué queda?
¿Qué se ha ido?
¿Qué queda?
¿Qué?
¿Qué queda?
Nada, viento,
viento y grito.
Nada, sin cimientos,
nada, solo mitos.
Nada, sólo tiempo,
sin tiempo alguno,
más que un ratito.
Nada, sólo el embrujo,
de aquella vida,
que ya se ha ido.
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